Abordamos en esta cita la sugerente y simbólica bodega Matsu, de Toro, perteneciente al grupo Vintae, con Raúl Acha al frente de la idea. Y digo simbólica porque el nombre, Matsu, que en japonés significa "esperar", simboliza el espíritu paciente de la bodega en la elaboración del vino, y las imágenes de las etiquetas evocan una simbología muy evidente. Probamos en esta ocasión los cuatro vinos que conforman la línea más conocida de la bodega, y dejamos para otra ocasión los nuevos Matsu "de Domingo", más simbólicos si cabe.
Orden de Cata:
- El Pícaro 2014.
- El Pícaro 2013.
- El Recio 2013.
- El Recio 2011.
- El Viejo 2012.
- Matsu 2012.
El criterio en el orden de cata fue de difícil elección. Finalmente nos decantamos por ordenar de acuerdo con la vejez, Pícaro-Recio-Viejo, y dejar el plato fuerte para el final, Matsu; a su vez, las añadas más antiguas de Pícaro y Recio las probamos consecutivamente para percibir los matices de la evolución en botella y poder sacar algunas conclusiones inmediatas.
Dejamos el enlace de la web para los detalles: Matsu.
1. El Pícaro 2014.
Tinta de Toro (100%) de viñedo de más de 70 años, de cultivo biodinámico. Vendimia manual. Fermentación maloláctica en roble francés. Sin filtrar.
Es el vino más joven y fresco de la bodega. Capa alta y púrpura propia de su condición; nariz con mucha cereza, fruta roja fresca y también madura y negra, perfume de flores, y notas complejas; en boca es goloso y de trago fácil, recordando los matices aromáticos, fresco, pero con cuerpo. Un vino muy honesto.
2. El Pícaro 2013.
De color evolucionado, capa más ligera, más apagada. En nariz gana intensidad y finura, mejor ensamblado, con matices más integrados, a cambio de perder fruta y flores. En boca se recuperan los matices nasales y un recuerdo a alcanfor. Creemos que la evolución de esta botella no fue del todo buena, pues hemos probado en otras ocasiones añadas mucho más antiguas y destacaban en fruta madura y vigor, muy al contrario que en este caso.
3. El Recio 2013.
Tinta de Toro (100%) de viñedo de más de 90 años, de cultivo biodinámico. Vendimia manual. Fermentación maloláctica en roble francés. Crianza de 14 meses en roble francés. Sin filtrar.
Un vino de mediana edad en relación a sus compañeros, con una crianza en madera que le aporta características nuevas respecto al anterior. De aspecto similar, en nariz encontramos un escandaloso y agradable aroma de carpintería y madera tostada, con recuerdos licorosos, que predominan sobre una fruta muy madura. En boca es muy masticable, muy goloso, sedoso, dulce hasta la chuchería, con notas poderosas de madera y cerezas picotas. Su estructura augura muchos años de evolución. Un vino con un nombre muy apropiado.
4. El Recio 2011.
Después de dos años, el vino evoluciona de modo predecible, pero no mucho, lo cual es bueno. De color es similar, algo más anaranjado en el ribete, capa del mismo nivel y muy bien de brillo. En nariz y en boca encontramos los matices del vino precedente, pero más intensos y más finos a la vez, todo mejor integrado. Nos sorprendió sobre todo la escasa evolución después de dos años de botella, lo que confirma que ganará mucho más con la edad.
5. El Viejo 2012.
Tinta de Toro (100%) de viñedo de más de 100 años, de cultivo biodinámico. Vendimia manual. Fermentación maloláctica en roble francés. Crianza de 16 meses en roble francés. Sin filtrar.
No es tan viejo. Lejos de ser lo que sugiere su nombre, no es un vino tan distinto del anterior, de un viñedo más antiguo y ligeramente más criado en roble, pero no demasiado. De aspecto es muy similar a El Recio 2013, en nariz destacan las mismas gamas aromáticas, y en boca las mismas características. La botella no estaba en perfecto estado, así que no dejaremos más que la constancia de haberlo probado. Hemos catado otras botellas de El Viejo de un nivel extraordinario.
6. Matsu 2012.
Tinta de Toro (100%) de viñedo de más de 100 años, de cultivo biodinámico. Vendimia manual. Fermentación maloláctica en roble francés. Crianza de 16 meses en roble francés. Sin filtrar.
El paladín de la bodega. Capa alta, brillante, profundo, con aromas frutales muy maduros, más intensos que ningún otro de la cata, con recuerdos dulces. En boca es carnoso, corpulento, dulce, goloso, redondo y juguetón. Todo recuerda el carácter definitorio de la bodega, pero en este vino está llevado al límite de su máxima expresión. El ensamblaje de madera y fruta es prodigioso, aportando la la primera solo aquello que la uva no tiene y dejando que la fruta se exprese con toda su extraordinaria madurez. El vino, pese a ser estupendo, no parece estar plenamente desarrollado. Debemos suponer que es un producto con largo recorrido y que mejorará aún más en los próximos años. Nos guardamos una botella de esta añada para prometer otro post en el futuro.
En conclusión, si bien es cierto que dos de las seis botellas salieron defectuosas, la cata no defraudó, y los problemas creo que no se pueden atribuir a la bodega. La generosidad y sinceridad del Matsu 2012, la reciedumbre del 2011, y la picardía del 2014, nos dejaron satisfechos y deseosos de más.
En conclusión, si bien es cierto que dos de las seis botellas salieron defectuosas, la cata no defraudó, y los problemas creo que no se pueden atribuir a la bodega. La generosidad y sinceridad del Matsu 2012, la reciedumbre del 2011, y la picardía del 2014, nos dejaron satisfechos y deseosos de más.
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