sábado, 5 de marzo de 2016

Quinta Quietud maduros

4 Marzo 2016.



Viajamos en esta ocasión al deshabitado y silencioso paraje toresano de Quinta de la Quietud, una bodega de Sacristán Mena y amigos que con la ayuda de la nariz de Jean François Hébrard nos regala unos vinos auténticos, artesanos, de terruño, respetuosos con la naturaleza y con las buenas prácticas, eso que se conoce ahora por cultivo ecológico y que se venía llamando abono con estiércol, desinfección con infusiones de plantas, vendimia manual, etc.

La bodega elabora cuatro vinos diferentes: Quinta Quietud, el vino emblema de la casa y que es tema de esta conversación, un vino de guarda de tinta de toro, lleno de carácter; Corral de campanas, un vino gratificante y más económico que está dispuesto a darlo todo desde su embotellado; La mula de la quietud, el vino más exclusivo de la bodega, de una parcela centenaria del mismo nombre; y La dulce quietud, un dulce natural de uvas blancas repartidas por el viñedo que con el tiempo y la madera van dando añadas muy diferentes entre sí y cada vez más sorprendentes.

El que nos ocupa hoy es Quinta Quietud, un vino de guarda, como hemos dicho, que afina y enseña su potencial con los años en botella. La primera añada fue la de 1999, y en este momento se comercializa la 2011. Nosotros vamos a discutir de las añadas 2009, 2005 y 2003. Trataremos de buscar su potencial de envejecimiento. Los vinos de Toro en general llevan unos años haciéndonos disfrutar muchísimo a precios relativamente económicos, pero siempre nos queda la sensación de duda con respecto a su envejecimiento en botella. En este caso podemos probar tres añadas ya maduras de una bodega noble, de su vino de guarda, lo cual nos puede dar mucha información sobre la propia bodega e incluso sobre las posibilidades de la región. El 2003 puede parecer una bagatela, por ejemplo para los riojanos, pero hoy es muy difícil encontrar botellas de Toro de antes de 2003.

Las características de los Quinta quietud son las siguientes:
Tinta de toro 100%, de viñas de entre 25 y 85 años de edad, con rendimientos muy bajos, de alrededor de 4000kg/ha.
Crianza: maceraciones largas, maloláctica espontánea y 20 meses en barricas de roble francés, nuevas, de un uso y de dos.
Producción aproximada: 40000 botellas anuales.
Precio de la añada actual (2011): 16-20 EUR.

Orden de cata:
1. Quinta quietud 2009.
2. Quinta quietud 2005.
3. Quinta quietud 2003.



1. Quinta quietud 2009.

Puntuación media (4): 4.

De aspecto bonito, capa media alta, lágrima abundante, color picota con destellos rubíes, ribete claro. En nariz es potente, licoroso, dulce, con frutas negras abundantes, maderas nobles, balsámicos, setas, humedades... riquísimo en matices. En boca ataca fresco y goloso, con amplitud y volumen, con un retronasal muy poderoso y un final graso, amargoso, largo y potente. Destaca la cereza picota bien madura y unas notas complejas de la crianza en madera perfectamente ensamblada con un tanino muy agradable. Si bien empieza a observarse el deseable matiz de la guarda, el vino resulta completamente juvenil y espontáneo, casi desvergonzado, con buena estructura y acidez, lo cual hace pensar que le quedan muchos años por delante todavía.

2. Quinta quietud 2005.

Puntuación media (5): 4,3.

De aspecto similar al anterior, pero más rubí, más brillante, y sobre todo más pesado y denso. En nariz es asombroso: sin agresividad, demuestra una poderosa contundencia en la que predomina la fruta roja y negra, dulce y madura, casi en mermelada, con notas de café en grano y torrefactos que vienen y van, y un recuerdo de bosque húmedo muy leve. En boca es envolvente, algo más longitudinal que el anterior, con una gama de matices propios de la crianza en madera extraordinario, un recuerdo de cacao y un final inagotable. Todavía es fresco y jovial, de magnífica estructura y equilibrio. Se nota más redondo y fino que el 2009, pero en absoluto parece más viejo. Está bueno como para beberse una barrica entera, pero podemos esperar de él con garantías otros 10 años de vida.

3.  Quinta quietud 2003.


Puntuación media (4): 4,4.

De aspecto también similar a los anteriores, tal vez más claro, sobre todo el ribete, que sorprendentemente todavía no tuerce hacia los tonos teja, quizá más ligero. En nariz es más armónico, fino y elegante, como nunca pensamos que iba a ser un Toro de 2003. Esta vez nos sorprenden las notas de frutas de bosque recién cogidas, la frescura. En boca ataca dulce, con un recorrido más longitudinal, más redondo, más ligero, más amable y más fino, con una acidez oportunamente situada. Se nota que es el más viejo de los tres, aunque quizá la añada, de peor calidad que en 2005, haya resultado en un vino menos estructurado y al final con un carácter más fino. En definitiva gustó muchísimo, y por el aspecto y las sensaciones no hace pensar que no le quede mucha vida por delante.

Conclusiones.

Los Quinta quietud son vinos de guarda, y de mucha guarda podríamos asegurar, lo que quizá pueda extenderse a toda la región para los buenos productores. No sabemos si llegarán a envejecer durante décadas, pero de momento andan con sus más de 10 años a las espaldas como si nada, es más, empezando a descubrir secretos que tenían escondidos bajo un manto de robustez y fiereza, enseñando las intimidades de unos vinos que en el fondo son tiernos y amables. 

Un consejo para acabarse la botella: decantarlos utilizando un filtro; son vinos elaborados al natural y presentan mucho poso con la edad, y cada sorbo es demasiado bueno como para desperdiciarlo por la abundancia de precipitados. En cualquier caso, requieren mucha oxigenación, nosotros, por experiencia, los abrimos seis horas antes, y una temperatura de servicio superior a 18ºC, para ser degustados en plenitud.

Criterio de puntuación:
5: Excepcional, complejo, único, emblemático.
4: Excelente, genuino, satisfactorio, ejemplar.
3: Bueno, recomendable, equilibrado, destacable.
2: Correcto, común.
1: Insuficiente, no recomendable.
Entre paréntesis el número de puntuaciones.

viernes, 4 de marzo de 2016

Ygay 1977 Etiqueta Blanca

19 Febrero 2016.

Catamos en esta ocasión un vino solo que merece toda la concentración de que se disponga. Se trata de un Marqués de Murrieta Ygay 1977 Etiqueta Blanca, un vino de una añada muy difícil en Rioja, y en casi todas partes, y de los más humildes de la famosa marca. Vamos a tratar de descubrir lo contrario de lo uno suele buscar en un buen vino: cómo se hacían los vinos que no estaban pensados para envejecer en las peores añadas de Rioja, en la década de los 70, pues si en algo es campeona esta añada es en ser la peor. No obstante, la experiencia tiene su aquél.

La botella fue provista por Vino Vintage Santander, en perfecta conservación, tanto por fuera, como puede verse en las fotografías, como por dentro, por unos 50 EUR. 

El corcho estaba muy frágil, muy suelto dentro de la botella. En un primer momento se utilizó un sacacorchos de reserva de agujas, pero deslizaba hacia abajo, y en última instancia un Pullparrot de dos posiciones, que con mucha paciencia y delicadeza consiguió extraer el corcho en varios intentos, sin castigar el vino en absoluto. Digamos que, para lo que estaba pensado ese tapón, su trabajo en estos 39 años ha sido encomiable. 

1. Marqués de Murrieta Ygay 1977 Etiqueta Blanca.

Coupage de Tempranillo 50%, Garnacha 40% y Mazuelo 10%.
Crianza: 2 años en barrica usadas de roble americano.
Puntuación media (2): 3,5.

Elegante a simple vista, de capa media baja, con ribete muy claro y tonos de teja vieja, pero limpio, brillante y vivo, y con una lágrima carnosa y abundante. Hermoso anciano, lejos de estar caduco se muestra retador, como diciendo "no tengo prisa y no me dais ningún miedo".

Perfuma con solo abrir la botella, y es muy aromático a copa parada incluso desde lejos. Metiendo la nariz, aparece un aroma dulce y tostado, licoroso, muy evolucionado, con las huellas propias de los riojanos de los 70, almizclado, complejo, profundo y suave a la vez, penetrante pero también delicado, como un dosel que viene y va con la brisa.

Con la oxigenación aparecen matices de tierra y descubre su vejez, como si se asustase, como si quisiera esconderse para recuperar el equilibrio en que se hallaba, ahora ya imposible.

En boca ataca liviano y volátil. Destaca una acidez asombrosa, de pomelos y naranjas envueltas en licor que exprimen las glándulas salivales, con un fondo tánico dulzón y añejo y un recuerdo de barrica vieja empapada. Es muy ligero, fresco casi, con poco volumen, pero de final muy largo. Un placer que se disfruta longitudinalmente en el sorbo, con una sensación final grasa. Es encomiable su redondez, ni una tímida arista, su enorme finura. 

A las dos horas empieza a aparecer algo de fruta, al menos de fruto seco con piel, algo de maderas finas, que se evade fugazmente por momentos. En boca arrastra un tanino más potente, recuerdos de guindas al marrasquino. Se muestra ligero y con una pegada muy tímida que se esconde a la primera oportunidad.

A las tres horas enseña notas efímeras de verduras deshidratadas y encurtidos, que temerosas se despiden para siempre envueltas en un suspiro.

No deja de sorprender el talento con el que se elaboraba el vino sencillo hace 40 años, la perfección con que se preparaba, sin demasiado esfuerzo, un caldo en las peores condiciones climatológicas, capaz de aguantar todo este tiempo y estar mejor que la media de los vinos que se embotellan hoy. No es fácil encontrar una botella de vino español del 77, ni siquiera en malas condiciones, y este capricho de Murrieta merece toda mi admiración.

Un vino para meditarlo y pensarlo sin prisas y cuidadosamente, maridado con una bocanada de aire tibio y nada más.

Criterio de puntuación:
5: Excepcional, complejo, único, emblemático.
4: Excelente, genuino, satisfactorio, ejemplar.
3: Bueno, recomendable, equilibrado, destacable.
2: Correcto, común.
1: Insuficiente, no recomendable.
Entre paréntesis el número de puntuaciones.